O casi. Eso para mi han sido las 150 millas entre Needles y Barstow. 150 millas atravesando el desierto de Mohave.
Atasco incluido porque la Interestatal 40 estaba en obras y se quedaba en un solo carril.
Pero aquí he visto otra muestra de amabilidad de los yankees. Como el tráfico estaba totalmente parado, y la moto ya parecía un pequeño sol entre mis piernas, paré el motor, puse la pata de cabra y me bajé. En eso que un enorme todo-terreno blanco se para a mi lado, bajan las ventanillas, y de la ventanilla de atrás se asoma la que debía ser la madre y me ofrece una botella de agua helada. El padre al volante me pregunta de donde soy, le digo que de España y exclama de sorpresa. Doy un trago de agua y les doy las gracias. Y cuando les voy a devolver la botella me dicen que no, que me la quede. La verdad, ha ayudado ha salvarme la vida. En algún momento pensaba que me daba algo.
Y encima ha habido un tramo de 50 millas en las que no había ni un área de servicio.
Cuando he podido parar en una gasolinera, me he bebido una botella entera de bebida isotónica y he intentado comer algo, pero no me entraba. Tras un rato de descanso y de secarme el sudor, volví a la carretera para hacer el último tramo de 50 millas. Pero volví a hacer una parada en un área de descanso... al llegar al motel y poderme dar un baño en la piscina ha sido como volver a la vida.
Y luego uno intenta salir a cenar algo, un pelín tarde, bueno, tarde para los de aquí, en Madrid sería una hora razonable (las 10 y media), y está cerrado todo, a no ser que sea para pillar la comida desde el coche, así que he aprovechado que alguien se acercaba a recoger su pedido para llamar la atención de la chica que estaba atendiendo y he podido pedirle algo para cenar... y me lo he comido en la cama, que tampoco está tan mal.
lunes, 19 de junio de 2017
Día 13 - El infierno en la Tierra
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